La Patria es primero

Han transcurrido 234 años desde el nacimiento de uno de los hombres que dieran vida e independencia a nuestra nación. Tanto sus hazañas militares como sus palabras han sido inmortalizadas en las páginas de la historia mexicana.

Nacido en Tixtla, Guerrero, ubicado a menos de 300 kilómetros de la Ciudad de México, el 10 de agosto de 1782, aquel municipio sería cuna de uno de los caudillos más bravos, tenaz y leal a la causa independentista de México.

Tras el fusilamiento de los principales líderes de la independencia, Miguel Hidalgo y José María Morelos y Pavón, muchos creyeron que el movimiento de los insurgentes llegaría a su fin. Sin embargo, contra todo pronóstico, hubo un personaje que enclavado en las montañas de Guerrero, seguía causando bajas al ejército del Virrey Juan Ruiz de Apodaca.

Ante imbatible guerrero, Apodaca decidió concederle el indulto a cambio de rendirse. Incluso mandó al padre del caudillo para convencerlo de deponer las armas. A pesar del cariño y respeto que le profesaba a éste, se negó a tal proposición profiriendo las palabras que la historia ha recogido: “Compañeros, este viejo es mi padre. Ha venido a ofrecerme el indulto en nombre de los españoles. Siempre he respetado a mi padre, pero... ¡LA PATRIA ES PRIMERO!”.

Su convicción de llevar a la libertad a México, lo llevó a unir fuerzas con el realista Agustín de Iturbide, quien ante el inminente triunfo de los ‘alzados’, decidió dar ese ‘último empujón’ para consumar la Independencia de México.

Después de que Iturbide desconociera el Plan de Iguala y se coronara Emperador de México, se volvía a levantar en armas para derrocarlo y así constituir una República. Tras una serie de negociaciones entre sus partidarios y detractores, es elegido Presidente de México.

Su mandado sólo duraría nueve meses. A sus espaldas se gestó un golpe de estado que lo obligaría a abandonar el poder. Saldría por la puerta trasera de palacio nacional.

De vuelta en sus territorios, comenzó una lucha armada contra el orden impuesto de Anastacio Bustamante. Ante sus contantes victorias, el gobierno se dio cuenta que la única forma para derrotarlo sería mediante la traición.

Fue invitado a comer por un marino genovés de nombre Francisco Picaluga, a bordo de un bergantín. Una vez en altamar fue tomado preso y llevado a Huatulco, en la costa Oaxaqueña. Se le enjuició y condenado al fusilamiento.

El 14 de febrero de 1831, sería el último aliento de uno de los caudillos independentistas más bravos y leales a México, quien junto a Iturbide le debemos la existencia de nuestra Patria.

Su nombre: Vicente Guerrero

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