Tapir y el equilibrio de las selvas mexicanas
[:es]Heredero de las selvas, sus antepasados convivieron con mamuts y perezoso gigantes y fue una de las pocas especies que sobrevivieron al fin de la última glaciación durante el final del Pleistoceno. Cuando los españoles vieron por primera vez al Tapir, pensaron que se trataba de un caballo de patas cortas.
En los últimos 50 años, su población ha decrecido de manera acelerada entrando en libro rojo de especies amenazadas. Las grandes extensiones de selva, se han transformado en tierras de pastoreo, de agricultura, aunado a la cacería furtiva hacen que el Tapir se encuentre en peligro de extinción.
Su extraordinario olfato le permite distinguir a grandes distancias el aroma de las hojas, flores y frutas de su predilección y también a sus posibles depredadores.
Lo llaman el “jardinero de la selva”, porque tiene un papel fundamental en la dispersión de semillas, es selectivo al elegir alimentos, por lo que se suele decir que este animal manipula el bosque, manteniendo la diversidad de su estructura.
Se desplaza en áreas gigantescas, moviéndose entre tres y cuatro kilómetros por noche, por lo que se le considera una “especie paraguas“. Protegiendo al tapir se estaría protegiendo a otras especies como el jaguar que usan los mismos hábitats.
En situaciones óptimas, después de un embarazo de casi 13 meses, una hembra de tapir puede tener una cría cada dos años en el mejor de los casos. La cría permanece con su madre durante tres o cuatro años mientras aprenden a resguardarse de los depredadores, alimentarse de una infinidad de especies vegetales y permanecer cerca de los cuerpos de agua.
Sin ellos la selva perderá su equilibrio afectando a ciento de miles de especies que dependen del Tapir. Mantener las áreas protegidas donde viven, asegura su vida y la de las selvas de México.
En México, actualmente se limitan a grandes áreas silvestres en Campeche, Chiapas, Oaxaca y Quintana Roo. Cada año se pierden un promedio de 150 mil metros cuadrados de selva.[:]