Las horas previas a la renuncia de Porfirio Díaz

[:es]Tras permanecer 30 años en el poder y con años de combate a cuestas, el general Porfirio Díaz sufría de una severa infección en las encías, tenía sordera y dolor de rodillas al caminar. El hombre alguna vez llamado Héroe de la Patria, se encontraba en el declive político y social más profundo del México moderno.

El 24 de mayo 1911, los periódicos capitalinos, anunciaban que el presidente Díaz presentaría su renunciaría al cargo.

Tras la noticia, los ciudadanos abarrotaron la Cámara de Diputados en espera de confirmar la información. Los diputados en un estado de completa calma, llevaron a cabo la sesión del día atendiendo otros temas. Esta actitud irritaría a los presentes que entre reclamos y comentarios de molestia una voz gritaría: “¿y la renuncia?

El frenesí ocasionado por la pregunta obligaría al diputado Manuel Calero a expresar: “Mañana se presentará la renuncia del General Díaz”.

La multitud enojada se volcó a las calles en un intento de ‘justicia social por propia mano’, buscando las casas de los altos funcionarios mexicanos para quemarlas.

El caos se apoderó de las principales avenidas del Centro Histórico de la Ciudad de México, vandalismo, robo y agresiones se manifestaron contra distintos edificios tras el anuncio fallido de la renuncia del general.

El ejército y la gendarmería montada salieron para controlar a la muchedumbre, sin embargo, la gente embriagada de un anhelo revolucionario no temía enfrentárseles. Disparos y embestidas con sables desenvainados dejaron cadáveres sobre en el suelo.

Los detenidos fueron llevados a la comisaria, pero los tumultos obligaron a la policía a dejarlos en libertad, para evitar que el brote de violencia escalara a otras dimensiones que costara más vidas.

Al final de la jornada, la muchedumbre terminó dispersada por la presencia de una fuerte lluvia.

El 25 de mayo de 1911, con sus ochenta años de edad, un ejército envejecido y aislado, el entonces presidente de México, Porfirio Díaz, anunciaba su renuncia al cargo.

Su partida era inevitable, las fuerzas revolucionarias integradas por personajes como Francisco I. Madero, Emiliano Zapata y Francisco Villa, ganaban terreno en diversas partes del territorio nacional.

Algunos fragmentos de la carta que mandaría a la Cámara de Diputados decía:

El Pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me proclamó su caudillo durante la guerra de Intervención, que me secundó patrióticamente en todas las obras emprendidas para impulsar la industria y el comercio de la República, ese pueblo, señores diputados, se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas, manifestando que mi presencia en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, es causa de su insurrección…

…En tal concepto, respetando, como siempre he respetado la voluntad del pueblo, y de conformidad con el artículo 82 de la Constitución Federal (v)engo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir sin reserva el encargo de Presidente Constitucional de la República, con que me honró el pueblo nacional; y lo hago con tanta más razón, cuando que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales….“[:]