“Espejismos” de Leonardo Nierman en el Atrio de San Francisco
[:es]Nacido en la Ciudad de México el 1 de noviembre de 1932, Leonardo Nierman es un artista plástico que goza de un amplio reconocimiento nacional e internacional. Su obra forma parte de muy diversas colecciones públicas y privadas, desde la década de los años cincuenta del siglo pasado, cuando empezó a destacar. Desde entonces ha expuesto en múltiples museos y galerías de México y el mundo, incluyendo infinidad de espacios urbanos que han presentado su trabajo mural y su obra escultórica.
Como todo artista consciente de que el arte viene del arte, en Leonardo Nierman se pueden reconocer influencias, Kandinsky, Klee, Miró, Siqueiros y Pollock, entre otros, pero a diferencia de muchos artistas, en él puede reconocerse además una originalidad temprana que fungió como piedra angular para sostener un desarrollo inconfundible, rigurosamente fiel a sí mismo.
Su experiencia es paralela a la de varios exponentes de la llamada Generación de Ruptura, pero a pesar de compartir ciertos principios y búsquedas con ello, su camino es independiente. También se le puede asociar con devenir del arte abstracto en México y allende nuestras fronteras, pero más en un sentido de paralelismo que de pertenencia a determinada tendencia, generación o agrupación.
Los asuntos de sus pinturas son predominantemente plásticos: la composición, la materia, la forma, el color, que suele estallar en notas vibrantes, aunque en no pocas ocasiones están marcados por numerosas referencias de la realidad visual reconocible, que participan en la temática y el título. En su pintura y obra bidimensional los colores provienen de la obra misma; en parte de la obra tridimensional, como en las piezas realizadas con acero inoxidable que componen la serie Espejismos del tiempo, los colores provienen del entorno que se refleja.
Estas esculturas que fueron hechas con el material preferido de Nierman, resumen buena parte de sus búsquedas, relacionadas con el movimiento, la armonía, la belleza, la música y la poesía. Su realizaciones siguen un patrón en espiral y son sumamente gráciles, elegantes y dinámicas. Concebidas a partir de un criterio diametralmente opuesto al de la escultura en bulto, las invade el espacio tanto al exterior como al interior, por medio de oquedades y diferentes soluciones formales estilizadas, propicias para que éste las atraviese. Recuerdan en todo momento a la pintura de su autor, con la diferencia de que el color les viene de afuera, reverberando en el espejo de su material.
Acordes con su intención representacional, dirigida principalmente a la naturaleza, flamas, aves, las esbeltas esculturas siguen en su mayoría formas sinuosas o curvas, aunque también se encuentran algunas geometrizadas.
Como en toda su obra, en estas piezas realizadas en diferentes tamaños, en este bello atrio se exhiben sólo de tamaño monumental, la belleza es siempre un factor determinante, como también la alegría por la vida, la comunión armónica y poética con la música, el mundo, el cosmos y la idea de persona proveniente del humanismo. A tono con estos valores, los temas son abstractos, como las formas, y fundamentalmente simbólicos. Revelan además a un artista que celebra cotidianamente el gusto por serlo, y lo transmite. Recuerda en esta celebración del trabajo gustoso al poeta Juan Ramón Jiménez, cuando escribió: “la vida y el trabajo no pueden tener otro ritmo que el suyo, no pueden ser hostigados ni desviados de su órbita… trabajar a gusto es armonía física y moral, es poesía libre, es paz ambiente. Fusión, armonía, unidad, poesía: resumen de la paz. La vida debe ser común y lo común altificado por el trabajo poético. El gusto por el trabajo propio trae el respeto, gustoso también, por el gustoso trabajo ajeno”.
Más allá de la razón que nos gobierna, tanto en los lugares comunes de nuestra vida como en los complejos dominios del pensamiento instrumental que nos determina, el arte de Nierman nos invita a pensar, sí, pero sobre todo a tener una experiencia estética; a sentir y poner en ejercicio nuestra conexión con las sensaciones y con nuestra intuición. A ser, en suma, integrales y por lo tanto, seres humanos gustosos con quienes somos y con lo que hacemos.
Las 21 esculturas que se exhiben en este privilegiado espacio para el arte, provocan entonces al espectador a ser algo más que eso. Como un bosque modernista que al inspirarse en la naturaleza, la supera, invitan a circularlo, a recorrerlo activamente, a jugar, a buscar reflejos, cambios de tonos y colores conforme pasa el tiempo, a intuir, a dejarse guiar por las sensaciones.[:]