Mi cuate y yo

A lo largo de este tiempo Caro y yo hemos recorrido un camino interesante lleno de bonitas y divertidas experiencias, entre ellas una de las más memorables fue cuando fuimos al Hipódromo a ver una carrera de caballos, en esa ocasión hasta nos tomamos fotos con los ganadores.

Otras veces hemos ido a ver cachorros o al cine, o hacemos largas caminatas por el parque Lincoln, comemos juntas y tenemos largas conversaciones.

Al principio me costaba mucho trabajo entender lo que Caro me decía, pero poco a poco nos fuimos acoplando de tal manera que supiéramos perfectamente lo que cada una quería decirle a la otra.

Conozco a fondo la historia de Caro y debo decir que me llena de alegría, porque a pesar de las dificultades que vivió durante muchos años de su vida, es una persona muy feliz, optimista y que no es capaz de ver maldad alguna en nadie.

Esa hermosa inocencia que ella tiene me hace pensar, en la diferencia enorme que existe entre una persona noble como Caro, y nuestra sociedad actual.

Muchos hemos dejado de vivir por las prisas de cada día, hemos perdido el goce de disfrutar una buena compañía, cosas simples como tomar un helado, ver una película o recibir a los demás siempre con una sonrisa, como Caro lo hace conmigo cada domingo, a veces no son suficientes para hacernos felices.

Ella siempre tiene para mi un beso y un gran abrazo como si no me hubiera visto en años, esas pequeñas grandes muestras de cariño, hacen las grandes diferencias y vivir todo esto a su lado, me ha hecho adquirir mayor conciencia en cómo vivo mi vida y hasta en mi forma de pensar.

Siempre me he sentido agradecida de poder ayudar a alguien más y contribuir como individuo en mejorar mi entorno, aportar ese clásico “granito de arena”.

Ojalá que existiera la oportunidad y disposición para que todos contribuyéramos, tendríamos sin duda un mundo mejor para vivir.

Sin importar los errores propios de nuestra naturaleza humana, la idea de brindar nuevas experiencias a personas con capacidades diferentes sin duda nos haría crecer, ser más reflexivos, sensibilizarnos ante las necesidades de otros, lo importante sería estar ahí para ofrecer de manera desinteresada lo mejor de ti a alguien más.